Destino...











Más allá de las distancias de mi imaginación ya tú existías, mientras yo era la rutina personificada en un vaivén de quehaceres, indiferente a mi entorno, acostumbrado a la compañía de una fría soledad.  Aquella tarde nada era diferente, recorría el camino de regreso a casa, un jueves decayendo entre grises y destellos, tal vez esa noche no sería tan igual a otras. 

Tu tan ocupada en tu interior, estabas allí sentada viendo al atardecer, con un libro entre las piernas, acostumbrada a la lectura al aire libre, no era fácil distraerte, una vez que te hacías parte de cada historia, de cada romance que enunciaba aquel escritor que te traía siempre caminando entre nubes. 

Siempre he sido un estadista de las situaciones, y sin embargo nunca me di cuenta que en ocasiones coincidíamos hasta esa tarde, en la que mientras pasaba a tu lado tu libro cayó al suelo, me detuve para levantarlo y entregártelo, casi rozamos las manos y pidiendo disculpas me incorporé con el libro en mano, era como una pequeña revista de poesía, al principio no lo noté, pero al entregártelo vi algo conocido y te pregunté quien lo había escrito, me respondiste con mi nombre...

Hacía unos años había escrito un intento de libro de poesías, enfocado en alguien que me traía de cabeza, y que después de descubrir muchas cosas alrededor de esa persona terminé alejándome y dejando eso en el olvido. Pero, ¿cómo era que ella lo tenía?, era de suponerse que sólo yo tenía el original en alguna gaveta de mi escritorio. 

Ella al ver mi cara de asombro me preguntó que pasaba, le narré algunos versos que vagamente recordaba, que sabía estaban en ese pequeño libro.  Me miró asombrada, ¿cómo era que un tipo que pasaba por a plaza y que se detuvo a recoger su libro de suelo pudiese ser el escritor que la ponía a soñar? Me senté a su lado y le pedí el libro, recorrí cada letra reviviendo cada instante, cada canción usada de fondo mientras creaba cada poesía, era extraño, no maravilloso, ya que de a ratos recordaba el porqué me había alejado, pero eso ya estaba curado, me recordé hacia mis adentros...

Ella me tomó la mano y se presentó, me contó que cada tarde se sentaba allí a leer ese libro que apenas tenía una veintena de páginas, la relajaba y ponía a viajar entre suspiros.  Me agradeció el haberlo escrito aunque sabía que no era para ella. Aún yo no sabía que hacer.  Le pregunté como lo obtuvo y me contó:  "Una vez fui a un sitio a sacar unas copias y mientras esperaba mi turno vi una cesta con muchas hojas sueltas con diversas impresiones y al leer algunas, decidí revisar todo, encontrando que algunas estaban un poco borrosas por problemas de tinta, pero se podían leer, entonces le pregunté al muchacho del local si podía quedármelo a lo que asintió sin problemas, ya luego le hice esta portada inspirada en su interior. 

Ciertamente fui a imprimirlo a ese sitio y ese día estaba fallando la impresora, que cosas... 

Conversamos largo rato, le invité un café y caminamos mientras me pedía le dijera alguna otra poesía o donde más podía leerme, estaba encantada y era mi fans nro. 1.  Eso me tenía sonrojado, no me lo esperaba, me sacó de mi rutina de una manera maravillosa, su estilo casi hippie de vestirse, sus cabellos rebeldes, una sonrisa hermosa, realmente no sabía si la miraba a ella o sólo me la estaba imaginando, tal vez algún deja vú. 

Nos sentamos y al llegar el mesero ambos pedimos mocachino, ella puso su ipad sobre la mesa y le pregunté que escuchaba, me dijo "Hoy Melendi", es entre rebelde y romántico, me siento conectada con algunas letras. Tomé una servilleta y comencé a escribir mientras ella se contaba, comentando sus andanzas entre poesías, buscando un poeta que escribiera como aquellas letras, no sé cuantas páginas nombró, algunos blogs, incluso en algunos eventos literarios, de esos que muy pocos hay en la ciudad.  Terminé de escribir y se lo entregué, con la condición que debía leerlo en su casa al llegar.  Ella se emocionó e intentó abrirlo pero sonrió y dijo que no podía aguantarse, que era un castigo de mi parte.  Terminamos el café y por la hora debíamos despedirnos, ella estaba más lejos de su casa.  Sin pensarlo me dio un fuerte abrazo, de esos que te marcan la vida, un beso en mi mejilla y mil gracias por haberme aparecido esa tarde en su vida, estaba muy feliz.  Se despidió varias veces hasta que por fin la vi alejarse en las escaleras, sonriente, casi danzando.   Sonreí, no sabía que pensar.

Esa noche tenía mucho por hacer como siempre, casi a la medianoche sonó mi celular, un archivo multimedia de un número que no tenía registrado, no había texto, se cargaba un vídeo... 

Al comenzar el vídeo una sonrisa volvió a mi rostro, era ella, con su cara sonriente y soñolienta me decía que había leído mil veces la servilleta, que no sabía como yo lo hacía pero era increíble, me mostró la servilleta plastificada lo que me hizo reír, creo exagera pero igual un suspiro ahogó esa risa...

 Esa madrugada se convirtió en una conversación bajo la luna, amando letras y melodías, jugando al destino, sin pensar que podía ser casualidad... ¿o causalidad?.  Realmente daba igual, para mi mente emborrachada de tantos pensamientos románticos, entre versos y fantasías, era un momento maravilloso. 

En la mañana un mensaje de "buenos días" acompañó mi desayuno mientras terminaba de prepararme para irme a la oficina. Le envié una canción de Melendi y le dije que el café podía ser más temprano, así esa tarde nos vimos una vez más, y luego otra y otra, y el domingo, el tiempo no se detuvo aunque para mí cada tarde parecía eterna.  Ella sabía por mis escritos que el invierno era mi temporada favorita y esperaba con ansias los versos de la lluvia.

Meses más tarde me descubrí caminando de su mano, la arena se hundía a mis pasos, la brisa del mar refrescaba mis pensamientos, la miré a los ojos y me besó, escribí un verso en su espalda con mis dedos, me respondió con un abrazo... de esos que te cambian el destino...



José Rafael Rivero
Noviembre 2017 ®
@letrasysentires



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