Tentado...




Tentado...

De paseo un atardecer en mi bote por el entramado sistema de islotes, descubrí uno en el que se podía ver desde la distancia, que se erigían algunas fogatas que rodeaban un manto de seda blanco donde había varias bandejas de frutas exóticas, y algunas jarras de diferentes formas y tamaños.

Acerqué el bote, la curiosidad era creciente, qué o quién había dejado semejante sitio preparado de esa manera tan sugerente en un islote tan alejado de todo?. Crecía mi curiosidad al disminuir la distancia de tierra firme.

Apagué los motores, solté el ancla y baje al agua para acercarme a la orilla, el agua estaba tibia, el sol estaba fuerte aún a pesar que ya atardecía, flamencos volaban en grandes bandadas cubriendo el paisaje con su hermoso plumaje, el mar estaba sereno, una suave brisa mantenía el fuego encendido.

Mientras me acercaba al sitio pude ver que a lo lejos se divisaba una figura, era alguien que caminaba justo donde el oleaje terminaba y una leve capa de espuma se formaba mientras se escurrían las olas de regreso al mar.

Por la figura era fácil deducir que era una mujer, cabello largo y la brisa lo movía a placer, suaves curvas podían dejarse ver debajo de un traje blanco, la delicadeza de su caminar daba el efecto que flotaba, era hermosa esa imagen. Mientras más se acercaba su presencia invadía mis ojos, el ambiente se hacía a un lado y mi mente solo podía procesar esa belleza inusual por encima del todo. Suspiré…

Al llegar frente a mi, su mirada atravesó mis ojos, su sonrisa generaba un no se qué dentro en mí, sentía la certeza de conocerla, como si toda la vida hubiera estado a su lado, había un clima de confianza. Sin dejar de sonreír acortó la distancia entre sus labios y mi mejilla, y muy suavemente plantó un beso, rozándome con su nariz, tomó mi mano y me guió hacia el agua, mientras nos adentrábamos en el agua, sentía como la suavidad de su mano recorría mis dedos, aun no salía de mi asombro, pero sentía que debía haber estado aquí alguna vez.

Bajo las últimas luces del atardecer, nos bañábamos, sonreíamos, de momentos ella pícaramente se lanzaba sobre mí, rozaba su cuerpo con el mío, nadaba a mí alrededor mientras atónito la observaba, hasta que reaccioné, mi cuerpo cambiaba al sentirla, mi mente desvariaba entre destellos de deseo, un centellazo me recorría cuando ella acercaba su cara a la mía, no pude evitarlo más y en un movimiento la tomé de la cintura y la apreté contra mí…

Al principio sus ojos se abrieron un poco, esa sonrisa de nuevo, esos labios, poniendo sus manos en mi nuca se acercó y comenzamos a besarnos, besos cortos, sonrientes, era alucinante, sentía su cuerpo, el roce, mi cuerpo temblaba, el de ella me llamaba a gritos… se encendía la pasión bajo un sol que ya no era más…

En medio de lentos movimientos mientras nos besábamos ya más apasionadamente, nuestras ropas fueron perdiendo importancia y nuestros cuerpos desnudos comenzaron su roce hasta encender nuestro fuego interno, el oleaje se prestaba en medio de caricias, cálidos movimientos, sus muslos abrazaban mi cintura mientras su pecho sobresalía del agua, endurecido de deseo, de pasión…

Estrellas fugaces celebraban el momento libidinoso brindando entre luces y la brisa marina, las palmeras suavemente se arqueaban y dejaban escuchar el susurrar de sus hojas con el paso del viento, sublime ambiente donde nuestros cuerpos desnudos en la inmensidad de la noche comenzaron su rito de lujuria entregados a la pasión desmedida de una noche sin final…

Entre caricias y besos, mis manos recorrían su cuerpo desnudo, reconociéndolo, ubicando cada poro, sintiendo cada vello, cada milímetro de su divina existencia, sentía el calor de su superficie y la dureza de su deseo al rozar mis dedos sus pezones, sus manos recorrían mi espalda bajando hasta mas debajo de mi cintura, apretándome contra ella, susurrándome al oído sus suspiros, enloqueciendo mi ya dimitida mente…

Poco a poco y en brazos, la llevé mientras mis labios recorrían su cuello, mientras mordisqueaba sus carnosos labios, hasta la manta de seda y nos recostamos sin dejar espacio entre nuestros cuerpos, el cielo cubierto completamente de estrellas embelesaba al mar. Ella me recostó de espalda a las sábanas y tomó uno de los frascos a un lado de las frutas, lo destapó y baño su dedo índice mientras lo llevaba a su boca y le pasaba la lengua suavemente mientras me veía pícaramente. Se acercó y comenzó a verterlo en mis labios, pasaba su lengua sobre mis labios, lamiéndolos, siguió con el cuello bajando hacia mi pecho, su lengua me recorría mientras yo perdía la noción del tiempo, que momento, que lujuria, que excitación…

Siguió bajando con sus manos, regando el almíbar en mi cuerpo, acariciando cada parte de mi, mi cuerpo temblaba de deseo, bajo hasta mi abdomen, su lengua inquieta, sus labios, el roce, … continuo bajando un poco mas, sentía como su boca se hacia de mi, sus manos recorrían y regaban todo a su paso mientras mi cuerpo sucumbía ante su pasión…

Luego se hizo lentamente a un lado sonriente, con su cara impregnada del dulce líquido, tomé otra de las botellas, era almíbar de fresa y mientras ella se recostaba sonriente comencé mi rito de placer para ella, sentía que al contacto de su piel con el líquido su cuerpo se arqueaba y pequeños suspiros se dejaban escapar desde adentro de ella, desde muy adentro..

Tentado por su opulencia, sin pensarlo más y con un leve temblor producto del deseo mismo comencé a verter lentamente en sus protuberancias el dulce líquido, observando como caían gotas y pequeños chorros sobre la superficie desnuda de aquel cuerpo hermoso a la luz de las fogatas que rodeaban aquel paraje indescriptible…

Mis manos acariciaban cada espacio, mi lengua se mezclaba con el dulce sabor de su cuerpo y se embelesaba recorriéndola, sus muslos rozaban mi cuerpo, suspiros y leves gemidos se ahogaban en el viento mientras mis labios alcanzaban sus senos altivos, deseosos. Sus manos dirigían mis caricias, su cuerpo clamaba por el mío, mi boca, deliraba bajando por su ombligo, bajando a su entrepierna, la noche se detuvo por un instante…

Nuestros cuerpos fueron cediendo a nuestros deseos y mezclados entre besos y líquidos, se unían creando una miel, el roce buscando la sinergia inevitable y desbordante hizo que nos fundiéramos en una sola pieza, aumentaban los suspiros, sus caderas dislocaban mis pensamientos, mis manos invadían sus colinas, delirantes sus muslos me hacían sentir el suave dolor de su peso mientras me adentraba en sus cimientos y la fulgurante fuente dejaba escapar lentamente sus volúmenes acompañando suspiros en mis oídos, extasiado la apretaba fuerte contra mi, mientras ella comenzaba a estremecerse y al mezclar sus labios con mi aliento mis brazos la unieron fuerte a mí, sintiendo su temblor al compás de mi cuerpo que se liberaba explotando con pasión mientras el mar y la arena se narraban su amor entre susurros…..

El tiempo desalineado cayó vencido ante el paso de las estrellas y mi mente perdió el sentido de la realidad...… Luego de aquel momento delirante, su recuerdo ocupará el sitio destinado y el mar cantará su oleaje en cada viaje para traerla a mí cada noche…...
José Rafael Rivero.   Derechos Reservados

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