Sublime...

Era una de esas tardes calurosas de febrero en las que caminar bajo la sombra de los árboles era la mejor idea. Solía salir a trotar cada tarde, a dejar el estrés del día a día. Al llegar de la oficina, me cambiaba y salía a un parque cercano a respirar aire puro y relajarme un poco mientras escuchaba mi música preferida.

Esa tarde llegué un poco más tarde, hubo reunión de socios y había que entregar reportes con el corte hasta la fecha de los movimientos de la empresa. Al llegar al parque, ya se había ido la mayoría de las personas que usualmente estaban, quedaba uno que otro ya preparando su regreso a casa. Comencé mi calentamiento junto a un banco, luego me dediqué a caminar, hasta tener el ritmo adecuado para trotar.

Me adentré en los caminos bordeados de árboles, hojas secas cubrían partes del camino, la música me llevaba de la mano, mi mente se dejaba ir en el paisaje verde y marrón... Estaba en la zona más lejana del parque... Ví algo que se movía detrás de unos arbustos... me acerqué, quité mis audífonos para escuchar cualquier ruido. Al pasar cuidadoso entre los árboles cercanos, bordeando los arbustos, me dí cuenta que era un conejo, blanco y gris, bastante grande como para que estuviera en ese parque sin que alguien lo haya visto antes. Fue entonces cuando escuché unos pasos cercanos, tomé al conejo y me quedé mirando... a la expectativa...

Una chica salía de detras de otros arbustos, tez clara, cabellos castaño a dos tonos, una hermosa sonrisa, tal vez la más hermosa que había visto, sus ojos achinados me perforaban queriéndome decir mil cosas, una cara hermosa acompañada de una hermosa silueta... Al ver al conejo en mis brazos me dió las gracias, tenía rato buscándolo, se había escapado de su casa que quedaba justo detrás del parque.

Luego de un rato conversando nos dimos cuenta cuanto nos parecíamos, gustos iguales, en la música que compartíamos, cada uno con un audífono, su cercanía me inquietaba y ella lo sabía... Cuando sonaba alguna especial para ella me tomaba la mano felicitándome por tan excelente gusto, mientras los suspiros salían rebeldes unos tras otros...
 
Ya casi anochecía, ella murmuró algo pero no le entendí, al acercarme a preguntarle ella volteó hacia mí y nuestras narices se rozaron y mi corazón pareció estallar, nos quedamos mirándonos fijamente... Sus ojos centelleaban, su sonrisa me entregaba su aliento, podía sentir su aroma, no existía nada más que ese sublime momento, intentanto separarnos tocamos nuestros labios...

Un corrientazo recorrió mi cuerpo, sentí su temblor... entrecerramos los ojos y nos dejamos llevar... Besos suaves, tiernos, húmedamente deliciosos, iban aumentando en cantidad... y calidad... Su sonrisa no cesaba, mi delirio aumentaba, besaba sus ojos, su nariz, mordía levemente sus labios mientras ella accedia y me apretaba contra sí mientras la noche era inminente...

Sus ropas caían al ritmo de las mías, los audífonos se separaron del Ipod y de fondo se mezclaba la música con sus suspiros... y los míos... Como si nos amáramos de toda la vida, surgieron caricias perfectas y eternas, uniendo nuestros poros en el vaivén delirante de las hojas al caer de los árboles... Fundidos en una sola pieza, entregamos nuestros alientos con cada roce, cada beso...cada caricia...

Temblorosos y abrazados aún, observamos como el conejo se perdía una vez más entre los arbustos y un beso tierno me hizo entregarle algo más que mi piel, aquella tarde en la que la naturaleza, cómplice sublime, nos unió en cuerpo y alma... hasta el final de los tiempos...


José Rafael Rivero ® Derechos Reservados

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