Entre letras te llevo...





Era de tarde, ese momento en el que la frescura de un anochecer inminente y ese reflejo del Sol despidiéndose, crean el ambiente perfecto para quien está sentado en el banco de una plaza, pensando que escribir, queriendo expresar algo entre líneas, pero sin un motivo real.

Mientras observaba a mi alrededor algo que me inspirara, en mis oídos la música intentaba guiarme, por caminos nuevos, creados en mi mente, sin verbos rebuscados ni libretos de invierno.  Frases iban y venían, huérfanas de sentimientos, intentando dar pinceladas en un paisaje, que aunque era encantador, no lograba conectarme con las letras como siempre.

Cerré mis ojos por unos segundos y una leve brisa me abrazó, dibujando una sonrisa en mi rostro marcado por el tiempo.  Suspiré y abrí mi libreta una vez más, como quien ha vivido una hermosa tarde, tomado de la mano de esa mujer increíble, capaz de hacer sonreír al árbol reseco de la esquina.  Una pareja se sentaba en un banco cercano, ella joven, el algo mayor que ella.  Ella brillaba, hermosa con sus cabellos al viento, una bufanda le cubría el cuello, sonreía mientras acariciaba a su pareja.  Él disfrutaba de su encuentro, podía verse la experiencia en su paciente recibir de caricias mientras sonreía, en su mano una libreta me hizo pensar que era escritor o poeta, tal vez sólo quería verme reflejado en ellos.

Ella montaba sus piernas en las de él y sonreía, se divertía haciendo que las personas que caminaban en la plaza los viera, no le importaba nada más que él.  Por su parte, él había decidido dejar a un lado su rigidez de la edad y se divertía jugueteando con los cabellos de ella, la pasaban genial, entre besos cortos y miradas cómplices.

El sol se tornaba naranja, casi rojo, entre fondos de nubes grises y doradas, un atardecer ocre y frío avanzaba, las lámparas de la plaza se encendieron y la chica hizo un gesto pícaro y tomo de la mano a su pareja, saliendo por un camino a un lado de su banco, con dirección hacia la felicidad.

Solo de nuevo comencé a garabatear algunas palabras, mientras abría el termo y me servía un café para contrarrestar el frío que ya comenzaba a hacerse sentir.  Una leve neblina podía verse del otro lado de la calle, decidí disfrutar el café observando a mi alrededor y luego marcharme a casa, tal vez allí tendría mejor suerte o inspiración.

Me levanté del banco y comencé a caminar atravesando la plaza, mientras el Sol se despedía con su último rayo de luz y mis pensamientos se activaban en cada paso de regreso a casa, revivía emociones recordando a la pareja de minutos antes, estarían comiéndose a besos y caricias, de nuevo esa sonrisa en el rostro me sorprendió.

Ya en casa, sentado en el sofá con otra taza de café y unas galletas abrí la libreta, cerré los ojos por un momento como siempre, me dejé llevar...

"...alucinando con tu beso, me guiaste por parajes increíbles, en el vaivén de los cuerpos, con ese sonido que la cascada dejaba escapar, mientras la leve corriente del agua nos invitaba a sumergirnos en la pasión.  Tu cuerpo me arropaba con su calor, rozando cada poro, encendiendo esa llama que te pertenecía, creando espasmos en mi piel, mientras descubría rincones de ensueño en tu cuerpo.

Tus cabellos largos, se atravesaban entre mis labios y tu boca, acariciaban mi rostro mientras mis  manos tallaban tu torso, como un ciego leyendo en brailey el deseo de tu cuerpo.  Ardías y sonreías, siempre había sido divertido hacer el amor contigo, cómplices de tantas aventuras te adentrabas en mi mente cada vez que querías, y esta noche no sería diferente.

La madrugaba avanzaba entre gemidos y sonrisas, temblores perfectos en humedades rebeldes, amores en rima y sin prisa, conjugando verbos y melodías, sin pasado, sin futuro, en un presente único, con las pieles estiradas y la sangre bombeando fuerte a cada rincón de nuestras fisionomías, corazones motivados por cercanías inclementes, creando estragos en la razón.

Las sábanas pedían una tregua, los cuerpos se abrazaron temblorosos y en un suspiro sonriente nos dejamos caer de espaldas, celebrando el momento.  Te montaste en mi pecho y me decías cosas hermosas, alimentando ilusiones, sin despedidas, sin amaneceres solitarios, prometiéndome un café a la vez, mientras juntos regábamos el jardín y retocábamos el frente de la casa, sembrando alegrías al lado del samán en el que nos besamos por primera vez..."

Suspiré luego de firmar el escrito y apagué la lámpara, me dirigí a mi cama, y al acostarme, miré por la ventana como en la lejanía se podía divisar el borde de las montañas, las estrellas al fondo creaban laberintos en el azul.  Mencioné tu nombre mientras me fui desvaneciendo hacia un nuevo sueño, ilusionado...


José Rafael Rivero
Enero 2017 ®
@LetrasySentires





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